Asunto Fraude (2)
Jueves 6 de julio de 2006
Editorial La Jornada
Incertidumbre y división
Con los elementos de juicio disponibles era inevitable suponer, al cierre de
esta edición, que el Instituto Federal Electoral anunciaría esta mañana un
resultado de los cómputos distritales ligeramente favorable para Felipe
Calderón, candidato presidencial panista, frente a su rival perredista,
Andrés Manuel López Obrador. De ser así, tal anuncio no sería, por
desgracia, el fin del proceso sucesorio en el que está inmerso el país desde
mediados de este sexenio, sino el comienzo de una nueva fase de
confrontación en lo político y en lo judicial y ojalá que sólo en esos
ámbitos , tan amarga como las precedentes, o más; la necesaria
reconciliación nacional seguiría pendiente y la consecuencia de la elección
del domingo pasado quedará en el aire, a la espera de definiciones de
segunda instancia.
Tal sería el resultado de un proceso comicial enturbiado por la permanente
intromisión del gobierno federal; por el uso de recursos públicos a favor
del candidato oficial; por las campañas orientadas a sembrar pánico en la
ciudadanía; por la parcialidad manifiesta de los medios informativos
comerciales, especialmente los electrónicos; por las descalificaciones entre
candidatos; por la coacción patronal del sufragio; por las numerosas
irregularidades detectadas más las que falten durante la jornada del
domingo y en las posteriores y, sobre todo, por el colapso en la
credibilidad del organismo responsable de arbitrar los comicios. Tras el
desastre que fue el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) y
su exclusión de casi 10 por ciento de los votos hecho que se pretendió
justificar a posteriori con el argumento técnico de las
"inconsistencias" ,
y ante la evidencia de cuentas que no cuadran, el árbitro electoral llegó al
conteo distrital de ayer con un déficit de autoridad moral que anuló el
sentido conciliatorio y esclarecedor que debió tener el ejercicio.
Como consecuencia, las cifras de hoy, si fueran las previsibles, carecerán
de veracidad a ojos de una gran parte del electorado y plantearán una
disyuntiva inevitable: que se acepte un recuento general de los votos, uno
por uno cosa improbable , o que los inconformes impugnen los comicios ante
el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con la
posibilidad de que esa instancia opte por anular la votación y se dé paso a
un gobierno provisional. Tal podría ser el indeseable resultado de la
irresponsabilidad y la miopía de la clase política en general, y
particularmente del grupo gobernante, con todo y sus ansias de perpetuarse
en el poder; tal sería ser la consecuencia de la manifiesta incapacidad del
IFE de mantener los ánimos de las campañas en el ámbito de la civilidad y la
ley; tal sería el efecto de la abrumadora torpeza mostrada en las horas
posteriores a los comicios por el presidente del organismo, Luis Carlos
Ugalde, y de la evidente connivencia entre éste y el presidente Vicente Fox:
hay que recordar la concatenación de los pronunciamientos gemelos difundidos
por ambos sin el menor escrúpulo de cuidar cuando menos las apariencias.
Lo único claro, hasta el momento, es que se ha llevado a la sociedad a un
grado de polarización indeseable, a un desgaste que habría sido innecesario
y a una incertidumbre que no se merecía.
Editorial La Jornada
Incertidumbre y división
Con los elementos de juicio disponibles era inevitable suponer, al cierre de
esta edición, que el Instituto Federal Electoral anunciaría esta mañana un
resultado de los cómputos distritales ligeramente favorable para Felipe
Calderón, candidato presidencial panista, frente a su rival perredista,
Andrés Manuel López Obrador. De ser así, tal anuncio no sería, por
desgracia, el fin del proceso sucesorio en el que está inmerso el país desde
mediados de este sexenio, sino el comienzo de una nueva fase de
confrontación en lo político y en lo judicial y ojalá que sólo en esos
ámbitos , tan amarga como las precedentes, o más; la necesaria
reconciliación nacional seguiría pendiente y la consecuencia de la elección
del domingo pasado quedará en el aire, a la espera de definiciones de
segunda instancia.
Tal sería el resultado de un proceso comicial enturbiado por la permanente
intromisión del gobierno federal; por el uso de recursos públicos a favor
del candidato oficial; por las campañas orientadas a sembrar pánico en la
ciudadanía; por la parcialidad manifiesta de los medios informativos
comerciales, especialmente los electrónicos; por las descalificaciones entre
candidatos; por la coacción patronal del sufragio; por las numerosas
irregularidades detectadas más las que falten durante la jornada del
domingo y en las posteriores y, sobre todo, por el colapso en la
credibilidad del organismo responsable de arbitrar los comicios. Tras el
desastre que fue el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) y
su exclusión de casi 10 por ciento de los votos hecho que se pretendió
justificar a posteriori con el argumento técnico de las
"inconsistencias" ,
y ante la evidencia de cuentas que no cuadran, el árbitro electoral llegó al
conteo distrital de ayer con un déficit de autoridad moral que anuló el
sentido conciliatorio y esclarecedor que debió tener el ejercicio.
Como consecuencia, las cifras de hoy, si fueran las previsibles, carecerán
de veracidad a ojos de una gran parte del electorado y plantearán una
disyuntiva inevitable: que se acepte un recuento general de los votos, uno
por uno cosa improbable , o que los inconformes impugnen los comicios ante
el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con la
posibilidad de que esa instancia opte por anular la votación y se dé paso a
un gobierno provisional. Tal podría ser el indeseable resultado de la
irresponsabilidad y la miopía de la clase política en general, y
particularmente del grupo gobernante, con todo y sus ansias de perpetuarse
en el poder; tal sería ser la consecuencia de la manifiesta incapacidad del
IFE de mantener los ánimos de las campañas en el ámbito de la civilidad y la
ley; tal sería el efecto de la abrumadora torpeza mostrada en las horas
posteriores a los comicios por el presidente del organismo, Luis Carlos
Ugalde, y de la evidente connivencia entre éste y el presidente Vicente Fox:
hay que recordar la concatenación de los pronunciamientos gemelos difundidos
por ambos sin el menor escrúpulo de cuidar cuando menos las apariencias.
Lo único claro, hasta el momento, es que se ha llevado a la sociedad a un
grado de polarización indeseable, a un desgaste que habría sido innecesario
y a una incertidumbre que no se merecía.
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